EL EVANGELIO DEL DÍA: “¿NO DEBÍAS TAMBIÉN TÚ TENER COMPASIÓN DE TU COMPAÑERO, COMO YO ME COMPADECÍ DE TÍ?” (MT 18,33) LIBRO DE DAN...
EL EVANGELIO DEL DÍA:
Señor, hemos llegado a ser más pequeños que todas las
naciones, y hoy somos humillados en toda la tierra a causa de nuestros pecados.
Ya no hay más en este tiempo, ni jefe, ni profeta, ni
príncipe, ni holocausto, ni sacrificio, ni oblación, ni incienso, ni lugar
donde ofrecer las primicias, y así, alcanzar tu favor.
Pero que nuestro corazón contrito y nuestro espíritu
humillado nos hagan aceptables como los holocaustos de carneros y de toros, y
los millares de corderos cebados; que así sea hoy nuestro sacrificio delante de
ti, y que nosotros te sigamos plenamente, porque no quedan confundidos los que
confían en ti.
Y ahora te seguimos de todo corazón, te tememos y buscamos
tu rostro.
No nos cubras de vergüenza, sino trátanos según tu
benignidad y la abundancia de tu misericordia.
Líbranos conforme a tus obras maravillosas, y da gloria a tu
Nombre, Señor.
Guíame por el camino de tu fidelidad; enséñame, porque tú
eres mi Dios y mi salvador.
Acuérdate, Señor, de tu compasión y de tu amor, porque son
eternos.
Por tu bondad, Señor, acuérdate de mí según tu fidelidad.
Jesús le respondió: "No te digo hasta siete veces, sino
hasta setenta veces siete.
Por eso, el Reino de los Cielos se parece a un rey que quiso
arreglar las cuentas con sus servidores.
Comenzada la tarea, le presentaron a uno que debía diez mil
talentos.
Como no podía pagar, el rey mandó que fuera vendido junto
con su mujer, sus hijos y todo lo que tenía, para saldar la deuda.
El servidor se arrojó a sus pies, diciéndole: "Señor,
dame un plazo y te pagaré todo".
El rey se compadeció, lo dejó ir y, además, le perdonó la
deuda.
Al salir, este servidor encontró a uno de sus compañeros que
le debía cien denarios y, tomándolo del cuello hasta ahogarlo, le dijo: 'Págame
lo que me debes'.
El otro se arrojó a sus pies y le suplicó: 'Dame un plazo y
te pagaré la deuda'.
Pero él no quiso, sino que lo hizo poner en la cárcel hasta
que pagara lo que debía.
Los demás servidores, al ver lo que había sucedido, se
apenaron mucho y fueron a contarlo a su señor.
Este lo mandó llamar y le dijo: '¡Miserable! Me suplicaste,
y te perdoné la deuda.
¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como
yo me compadecí de tí?'.
E indignado, el rey lo entregó en manos de los verdugos
hasta que pagara todo lo que debía.
Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no
perdonan de corazón a sus hermanos".
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