EL EVANGELIO DEL DÍA: LA PRIMACÍA DE LA VIDA INTERIOR DE SAN JOSÉ SEGUNDO LIBRO DE SAMUEL 7,4-5A.12-14A.16. Pero aquella misma...
EL EVANGELIO DEL DÍA:
«Ve a decirle a
mi servidor David: Así habla el Señor:
Cuando hayas
llegado al término de tus días y vayas a descansar con tus padres, yo elevaré
después de ti a uno de tus descendientes, a uno que saldrá de tus entrañas, y
afianzaré su realeza.
El edificará una
casa para mi Nombre, y yo afianzaré para siempre su trono real.
Seré un padre
para él, y él será para mí un hijo.
Tu casa y tu
reino durarán eternamente delante de mí, y su trono será estable para siempre.»
Porque tú has
dicho:
«Mi amor se
mantendrá eternamente, mi fidelidad está afianzada en el cielo.»
Yo sellé una
alianza con mí elegido, hice este juramento a David, mi servidor:
«Estableceré tu
descendencia para siempre, mantendré tu trono por todas las generaciones.»
El me dirá: «Tú
eres mi padre, mi Dios, mi Roca salvadora.»
Le aseguraré mi
amor eternamente, y mi alianza será estable para él.
En efecto, la
promesa de recibir el mundo en herencia, hecha a Abraham y a su posteridad, no
le fue concedida en virtud de la Ley, sino por la justicia que procede de la
fe.
Por eso, la
herencia se obtiene por medio de la fe, a fin de que esa herencia sea gratuita
y la promesa quede asegurada para todos los descendientes de Abraham, no sólo
los que lo son por la Ley, sino también los que lo son por la fe. Porque él es
nuestro padre común, como dice la Escritura: Te he constituido padre de muchas
naciones. Abraham es nuestro padre a los ojos de aquel en quien creyó: el Dios
que da vida a los muertos y llama a la existencia a las cosas que no existen.
Esperando contra
toda esperanza, Abraham creyó y llegó a ser padre de muchas naciones, como se
le había anunciado: Así será tu descendencia.
Por eso, la fe le
fue tenida en cuenta para su justificación.
Este fue el
origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando
todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo.
José, su esposo,
que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió
abandonarla en secreto.
Mientras pensaba
en esto, el Angel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: "José,
hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido
engendrado en ella proviene del Espíritu Santo.
Ella dará a luz
un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de
todos sus pecados".
Al despertar,
José hizo lo que el Angel del Señor le había ordenado.
EXTRAÍDO DE LA BIBLIA: LIBRO DEL PUEBLO DE DIOS.
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