EL EVANGELIO DEL DÍA: “EL AGUA QUE YO LE DARÉ SE CONVERTIRÁ EN ÉL EN MANANTIAL QUE BROTARÁ HASTA LA VIDA ETERNA” (JN 4,14) LIBRO D...
EL EVANGELIO DEL DÍA:
Moisés pidió
auxilio al Señor, diciendo: "¿Cómo tengo que comportarme con este pueblo,
si falta poco para que me maten a pedradas?".
El Señor
respondió a Moisés: "Pasa delante del pueblo, acompañado de algunos
ancianos de Israel, y lleva en tu mano el bastón con que golpeaste las aguas
del Nilo. Ve, porque yo estaré delante de ti, allá sobre la roca, en Horeb. Tú
golpearás la roca, y de ella brotará agua para que beba el pueblo". Así lo
hizo Moisés, a la vista de los ancianos de Israel.
Aquel lugar
recibió el nombre de Masá - que significa "Provocación"- y de Meribá
- que significa "Querella"- a causa de la acusación de los israelitas,
y porque ellos provocaron al Señor, diciendo: "¿El Señor está realmente
entre nosotros, o no?".
¡Lleguemos hasta
él dándole gracias, aclamemos con música al Señor!
¡Entren,
inclinémonos para adorarlo!
¡Doblemos la
rodilla ante el Señor que nos creó!
Porque él es
nuestro Dios, y nosotros, el pueblo que él apacienta, las ovejas conducidas por
su mano.
Ojalá hoy
escuchen la voz del Señor:
«No endurezcan su
corazón como en Meribá, como en el día de Masá, en el desierto, cuando sus padres
me tentaron y provocaron, aunque habían visto mis obras.»
Justificados,
entonces, por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor
Jesucristo.
Por él hemos
alcanzado, mediante la fe, la gracia en la que estamos afianzados, y por él nos
gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.
Y la esperanza no
quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros
corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado.
En efecto, cuando
todavía éramos débiles, Cristo, en el tiempo señalado, murió por los pecadores.
Difícilmente se
encuentra alguien que dé su vida por un hombre justo; tal vez alguno sea capaz
de morir por un bienhechor.
Pero la prueba de
que Dios nos ama es que Cristo murió por nosotros cuando todavía éramos
pecadores.
Allí se encuentra
el pozo de Jacob. Jesús, fatigado del camino, se había sentado junto al pozo.
Era la hora del mediodía.
Una mujer de
Samaría fue a sacar agua, y Jesús le dijo: "Dame de beber".
Sus discípulos
habían ido a la ciudad a comprar alimentos.
La samaritana le
respondió: "¡Cómo! ¿Tú, que eres judío, me pides de beber a mí, que soy
samaritana?". Los judíos, en efecto, no se trataban con los samaritanos.
Jesús le
respondió: "Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: 'Dame
de beber', tú misma se lo hubieras pedido, y él te habría dado agua viva".
"Señor, le
dijo ella, no tienes nada para sacar el agua y el pozo es profundo. ¿De dónde
sacas esa agua viva?
¿Eres acaso más
grande que nuestro padre Jacob, que nos ha dado este pozo, donde él bebió, lo
mismo que sus hijos y sus animales?".
Jesús le
respondió: "El que beba de esta agua tendrá nuevamente sed, pero el que
beba del agua que yo le daré, nunca más volverá a tener sed. El agua que yo le
daré se convertirá en él en manantial que brotará hasta la Vida eterna".
"Señor, le
dijo la mujer, dame de esa agua para que no tenga más sed y no necesite venir
hasta aquí a sacarla".
Jesús le
respondió: "Ve, llama a tu marido y vuelve aquí".
La mujer
respondió: "No tengo marido". Jesús continuó: "Tienes razón al
decir que no tienes marido, porque has tenido cinco y el que ahora tienes no es
tu marido; en eso has dicho la verdad".
La mujer le dijo:
"Señor, veo que eres un profeta.
Nuestros padres
adoraron en esta montaña, y ustedes dicen que es en Jerusalén donde se debe
adorar".
Jesús le
respondió: "Créeme, mujer, llega la hora en que ni en esta montaña ni en
Jerusalén se adorará al Padre.
Ustedes adoran lo
que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene
de los judíos.
Pero la hora se
acerca, y ya ha llegado, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en
espíritu y en verdad, porque esos son los adoradores que quiere el Padre.
Dios es espíritu,
y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad".
La mujer le dijo:
"Yo sé que el Mesías, llamado Cristo, debe venir. Cuando él venga, nos
anunciará todo".
Jesús le
respondió: "Soy yo, el que habla contigo".
En ese momento
llegaron sus discípulos y quedaron sorprendidos al verlo hablar con una mujer.
Sin embargo, ninguno le preguntó: "¿Qué quieres de ella?" o
"¿Por qué hablas con ella?".
La mujer, dejando
allí su cántaro, corrió a la ciudad y dijo a la gente:
"Vengan a
ver a un hombre que me ha dicho todo lo que hice. ¿No será el Mesías?".
Salieron entonces
de la ciudad y fueron a su encuentro.
Mientras tanto,
los discípulos le insistían a Jesús, diciendo: "Come, Maestro".
Pero él les dijo:
"Yo tengo para comer un alimento que ustedes no conocen".
Los discípulos se
preguntaban entre sí: "¿Alguien le habrá traído de comer?".
Jesús les
respondió: "Mi comida es hacer la voluntad de aquel que me envió y llevar
a cabo su obra.
Ustedes dicen que
aún faltan cuatro meses para la cosecha. Pero yo les digo: Levanten los ojos y
miren los campos: ya están madurando para la siega.
Ya el segador
recibe su salario y recoge el grano para la Vida eterna; así el que siembra y
el que cosecha comparten una misma alegría.
Porque en esto se
cumple el proverbio: 'no siembra y otro cosecha'
Yo los envié a
cosechar adonde ustedes no han trabajado; otros han trabajado, y ustedes
recogen el fruto de sus esfuerzos".
Muchos
samaritanos de esta ciudad habían creído en él por la palabra de la mujer, que
atestiguaba: "Me ha dicho todo lo que hice".
Por eso, cuando
los samaritanos se acercaron a Jesús, le rogaban que se quedara con ellos, y él
permaneció allí dos días.
Muchos más
creyeron en él, a causa de su palabra.
Y decían a la
mujer: "Ya no creemos por lo que tú has dicho; nosotros mismos lo hemos
oído y sabemos que él es verdaderamente el Salvador del mundo".
EXTRAÍDO DE LA BIBLIA: LIBRO DEL PUEBLO DE DIOS.
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